terça-feira, 7 de abril de 2015

nº 198 O bandurrista Manolito Quiroga.


O violinista pontevedrês Manuel Quiroga Losada nasceu o 12 de abril de 1892. Segundo se conta nas biografias que tenho consultado, o seu primeiro instrumento foi a bandurra que logo mudou pelo violino. Eu achava que a bandurra fora para Quiroga como um brinquedo no que experimentar antes de fazer-se músico a sério, mas é possível que tenha agora que mudar a minha opinião. 
Revolvendo nas páginas dos jornais encontrei que Manolito Quiroga, uma criança de seis anos –em realidade algum mais– participou dumas veladas do Círculo Católico no que interpretou duas peças com bandurra, tendo que tocar a maiores um fado português. Um ano mais tarde faz parte duma rondalha numa serenata com a que se obsequiou ao político Augusto González Besada.
Por último, graças a uma necrológica do Diario de Pontevedra, sabemos que o seu professor de bandurra foi Fernando Rey, o Bodegas, músico cego da cidade do Leres. 

«Veladas en el "Círculo Católico"

[...]La nota más simpática, la nota distintiva, por decirlo así, fue Manolito Quiroga, niño que apenas cuenta siete años de edad y es un artista de verdad. Anoche hemos tenido el placer de oírlo por vez primera, y, ciertamente, que encantan y admiran los prodigios de ejecución que el novel artista realiza en la bandurria. Lo acompañó en la guitarra, muy bien, su hermano, entusiasmando a la concurrencia a cuyas instancias tuvo que tocar, fuera de programa, un hermoso fado portugués.»  El áncora: diario católico de Pontevedra. 12/03/1900

«Círculo Católico. Velada en el Círculo Católico para el Domingo 25 del corriente a las siete y media de la noche.
PROGRAMA.
1º Vals. L. Streabbog por el cuarteto.
2º Lectura de varias poesías por varios socios del Círculo.
3º Polka-Mazurka. L. Streabbog.
4º Cuadros disolventes.
5º Dos piezas, por el bandurrista Manolito Quiroga (de 6 años).
6º Vals. F. Paz por el cuarteto.» El áncora: diario católico de Pontevedra. 24/03/1900

«Una rondalla.
Anoche obsequió al Sr. González Besada con la ejecución de bonitas piezas musicales, una lucida rondalla compuesta de veintidós individuos.
La calle de Elduayen se vio muy concurrida con tal motivo.
El Sr. Besada, obsequió a aquellos con cigarros pastas y licores.
Llamó grandemente la atención la destreza con que el niño Manolo Quiroga Losada, de ocho años de edad, ejecutó varios números en la bandurria, y acompañando otros con pandereta.
Después recorrió las principales calles de la población seguida de multitud de curiosos la mencionada agrupación musical.» La Correspondencia Gallega: diario de Pontevedra. 21/05/1901

O 09/01/1918 morre o cego Fernando Rey, conhecido como o Bodegas. Segundo lemos na necrológica:
«Varias generaciones de pontevedreses recibieron del Bodegas provechosas lecciones de bandurria y guitarra, y es de notar que los que mejor pulsaron estos instrumentos fueron sus discípulos. 
Entre ellos tuvo el honor de contar a nuestro inconmensurable Manolo Quiroga, cuando apenas tenía los siete años de edad.
Hablando de éste le hemos oído decir muchas veces al Bodegas, que a los pocos días de darle lecciones, ya temía quedarse sin el discípulo, pues fueron tales sus progresos en ellas que ya aventajaba al maestro.» Diario de Pontevedra. 10/01/1918


À vista destes documentos poderíamos fazer algumas reflexões que eu não tenho lido, o qual não quer dizer que não fossem feitas, nas biografias por mim manejadas do mestre pontevedrês.

1º O primeiro instrumento com o que actuou em público Manuel Quiroga foi a bandurra. 
2º Nestes  concertos do Círculo Católico estava acompanhado pelo seu irmão à guitarra. Considero isto interessante pois sempre aparece a figura de Carlos Celso Quiroga Losada como o irmão que o apaixonou pelo violino, mas nada se diz de que o próprio Carlos Celso ou José, o outro irmão maior, o tivessem acompanhado num cenário.
3º Teve como professor a Fernando Rey, músico cego. Este dado serve para descartar a ideia de que Quiroga com a bandurra fosse autodidacta. 

domingo, 15 de março de 2015

nº 197 Um conto de Eduardo Dieste.


Olegaria Dieste foi a única mulher dos sete filhos do casal formado por Eladio Dieste Muriel e Olegaria Gonçalves Silveira. Em 1910, com vinte anos cumpridos, era uma boa estudante de piano que um ano mais tarde superaria o quinto curso com a máxima nota. O benjamim da família, Rafael, tinha onze e ainda haveriam de passar alguns anos mais para ver publicados na imprensa os seus primeiros artigos. Quem já encetara a sua carreira como articulista era Eduardo Dieste (1881-1954), que em 1911 vai publicar Leyendas de la Música, Madrid : Sucesores de Hernando, 1911 (Madrid : Imp. de Alrededor del Mundo). Este mesmo ano volve ao Uruguai, pais do que com o passo do tempo exercerá como cônsul em Londres, diversas cidades do Estado Espanhol, São Francisco, Santiago de Chile, Nova Iorque...Mas em dezembro de 1910, Eduardo Dieste deixou-nos um formoso conto de Natal cujos figurinos poderiam inspirar-se em Olegaria e Rafael, numa cena íntima na casa da rua de Abaixo em Rianxo. O relato que lhe conta a irmã ao pequeno doente parece o roteiro dum filme de Méliès. A visão utópica da lua que nos presenta o autor lembram-me às ideias maçónicas que enraizaram na família Dieste, nomeadamente no primogénito Eladio. Tal vez seja só a descrição do paraíso que a narradora quer para o seu irmancinho agonizante. Contudo, quero crer que o conto não é tão dramático, que a criança pechou os olhos para descansar, que sanou da sua enfermidade e que com o passo do tempo escreveu Dos Arquivos do Trasno, A fiestra valdeira, Rojo farol amante... E por certo, que bem escrevem em castelhano os escritores galegos!


«EL CUENTO DE LA HERMANA
El niño estaba fatigado por aquella larga clausura en el lecho. La tibieza de las sábanas le irritaba, lo mismo que aquella simiobscuridad que todo el día se conservaba rigurosamente en el cuarto.
El silencio se aumenta desde que las campanas, con su voz grave que se esparce quejosamente por el aire en una leve agonía, llaman á la oración.
La quieta soledad permite arribar al cuarto la greguería ruidosa de sus camaradas entregados al juego y la disputa en la calle, y esto produce al niño una codicia tan grande como la fruta y la miel cuando estaba sano y alegre. Los juguetes dispersos tienen posturas de un triste abandono y esperan resignados á que los amortaje el polvo, porque el niño, su alma de vida, se muere: lo saben por el aire que los envuelve como un aliento pestilencioso de droga y de fiebre, y por el reposo dilatado que padecen, tan distinto de aquel otro, animado por la esperanza, en las vitrinas resplandecientes del bazar. Pronto han de yacer en el desván obscuro entre ratones y arañas, en compañía de muebles mutilados, cubiertos de polvo y penetrados por la humedada que rezuman las tejas; luego la polilla los roerá con lenta crueldad muchos años, muchos años, quizás siempre...
Encima de la mesa de noche, junto á un cordel revuelto como una firma descansa el trompo, que ya no volverá á lucir su doble corona de rojo y azul, tan hermosa cuando se dormía en la voluptuosidad de la danza después de hincar victoriosamente su aguijón de acero en el trompo castigado. ¡Que hábil era su dulce amito! Gracias á esto solo tiene dos señales de estigma en su parte baja que apenas se ven.
La pelota de brillantes colores dispuestos en cascos azules, amarillos, rojos y verdes se esconde en los pliegues de la colcha y ostenta no sé por qué, una hinchazón optimista que con su pintura de Arlequín da la idea de una carcajada pronta á estallar. Aun hoy la acariciaron las manos cálidad del enfermo.
Un arco de radios de alambre con cascabeles dorados cuelga del cuello de un borrico de cartón que mira con aire estúpido hacia la cama y parece que de un momento á otro prorrumpirá en una lamento sin fin, ruidoso y doliente.
Se arrastra la penumbra por los rincones. Cada vez se percibe más clara la bulla de la calle, y el capricho da un salto con fuerza de ilusiones en el corazón del enfermo. Quiere dejar la cama al instante y salir á jugar con sus amigos. Se destapa y llora.
su hermanita mayor le reconviene con dulzura:
–Vamos –le dice– no seas tontín. –Espera á que estés bueno, que pronto será... ¡Que frío hace...! ¡Birr! ¡Que frío...!
Le arropa bien, y el niño se engruña á la idea del frío.
La hermana se extremece de nuevo para darle á entender que le tiene mucha envidia por estar en la cama.
–Así calentito... ¡Qué bien estás! ¡Birr! ¡Qué frío...!
–Cuéntame un cuento –dice el niño con vocecilla exigente.
–Si, hombre, si... Verás... Una vez...
Y el enfermo abre mucho los ojos, porque de los labios de la hermana van á brotar maravillas. La hermana mayor es una maga que sabe el por qué de todas las cosas, y extrañas historias de príncipes que luchan con dragones para robarles tesoros de pedrería y de oro, cuando no doncellas sujetas á encantamiento y bajo la custodia de maliciosos gnomos deformes; todo ello en regiones ideales, con palacios de coral y de diamantes, escalinatas de jaspes, jardines de flores dorados por el sol cuando es de día, y por la noche iluminados misteriosa y dulcemente por millones de estrellas...
Le habló de la luna, que se veia detrás de los vidrios plantada como un cuerno de oro en la cima sinuosa montaña.
–¿Parece muy pequeña, verdad? Pues no; es muy grande, muy grande, mucho mayor que este pueblo. Con los telescopios se la ve así, muy grande y todo lo que pasa dentro. Es como un globo inmenso de luz muy blanca, y por el cielo, entre nubes de plata y de púrpura corren coches preciosos de brillantes y de nácar tirados por yeguas blancas; y en ellos van mujeres de grandes ojos y dulce sonrisa que nunca se desprende de sus labios, todo el traje azul y blanco, y la cabellera rubia flotando al viento. Cuando bajan al suelo acuden muchos pájaros de pintado plumaje y cantan á porfía entre las frondas. Las arpas y cítaras llenan el aire de harmonías, y sobre alfombras de flores que despiden exquisito perfume, danzan en círculo las divinas mujeres y hermosos mancebos, entrelazadas las manos. si, también hay niños, mejor dicho, ángeles que nunca están enfermos y no hacen otra cosa que jugar á las batallas con flores y reir como locos porque bellos animalitos de piel de armiño retozan con ellos en al hierba y los pájaros les hurtan por broma las golosinas... Corren también á caballo por los bosques hasta encendérseles el rostro por la fatiga, y entonces se acuestan rendidos á la sombra de corpudos árboles y meriendan manjares muy sabrosos que les sirven las mujeres rubias que siempre están sonriendo. Se bañan con los cisnes en los lagos y se divierten con gran algazara de risas levantando espuma que se arrojan unos á otros. No hay escuela nunca, y siempre las campanas repican alegremente á fiesta. No hay duendes ni fantasmas, y los sueños son amables...
El niño cerraba los ojos dulcemente. Las últimas palabras de la hermanita resonaban en sus oídos como los ecos de una música lejana. Rozó su frente un beso y apagose la luz de sus sentidos.
La hermanita se fué á la habitación inmediata que estaba casi á obscuras. La soledad era grande. Destapó el piano y sus dedos tejieron una fantasía de la triste dicha humana. Las notas de suave pesadumbre, se deslizaban unas sobre otras para reunirse en explosiones de júbilo y de llanto. Había perdido la hermana su alma de rosa, la de los cuentos azules, pero después de narrar la quimera de la felicidad en tonos tan brillantes, quedósele endulzada la boca.
Se extinguió el crepúsculo, y la melodía corrió perezosa y triste como el hilo de agua que cae de una teja...
El niño se fué aquella noche á la luna.
Eduardo Dieste.
Rianjo. 17-XII-1910» El Eco de Galicia, 21-XII-1910

domingo, 22 de fevereiro de 2015

nº 196 As noites do Moderno.


Em 1908, o comerciante Sr. Ureña traz a Madrid um novo tipo de gramophone, cujas características principais são as de não ter buzina, ir colocado num móvel de salão e apenas produzir ruídos mecânicos.

El Sr. Ureña ha traído también preciosísima juguetería mecánica y un nuevo modelo de gramófono: el Amphion, que hace desaparecer el ruido propio de estos aparatos, con lo cual suenan las voces recogidas en el disco con una limpieza y brillantez admirables.  Nuevo Mundo, 09/01/1908

23/12/1910 El Liberal

Parece ser que os primeiros aparelhos voaram das mãos do comerciante madrileno, sendo o seu destino principal os salões da aristocracia e a alta burguesia da capital do estado Espanhol.
A Ponte Vedra o Amphion chegou a fins do 1913, como reclamo dum local, o Café Moderno, pioneiro no uso das tics, nomeadamente o gramofone e o cinematógrafo.
Nos concertos, amenizados pelo quarteto do violinista Isidro Puga, alternava-se a música da orquestra com projecções de filmes acompanhadas pelo quarteto ou audições do Amphion. Nos seus programas, em sessões de 6:30 e 9:30, dava-se uma variante para mim do mais curiosa. Em ocasiões, o quarteto acompanhava a voz dum ou duma solista reproduzido no gramofone.

07/11/1913 Diario de Pontevedra

Na altura, esta novidade permitia-lhe aos pontevedreses escutar às grandes divas e divos da ópera acompanhados pela orquestra do Isidro Puga, por enquanto tomavam a sua consumição no Moderno. Por este método foram escutados em Ponte Vedra as vozes da soprano australiana Nellie Melba, do barítono italiano Feruccio Corradetti ou a soprano catalana Maria Barrientos.

«En las sesiones cinematográficas adonde acude un público tan selecto como numeroso, un cuarteto compuesto de muy valiosos elementos dirigido por el reputado Puga, ejecuta entre otras varias páginas de músicas, algunas obras en colaboración con un espléndido amphión.
En este aparto, que es una especie de gramófono perfeccionadísimo, los cantantes de mayor nombradía, ejecutan sus obras predilectas acompañadas por el cuarteto, y es tal al afinación, tal el ajuste entre unos y otros, y tal la calidad por todo extremo excelente del amphión que hacen llegar al auditorio una sensación sorprendente, imaginándose los concurrentes que que el propio Tita Rufo o la propia Barrientos alientan cerca de ellos regalándoles con las exquisiteces de su voz prodigiosa.» 
16/11/1913 Marín: Semanário Independiente



domingo, 1 de fevereiro de 2015

nº 195 Os Papeis de Humboldt


Ao meu amigo Ernesto Vázquez Sousa, 
perito em livromancias,
em agradecimento pelo seu Sarmiento.

Os papeis de Humboldt
film noir.

Caro Roberto:

É de supor que depois de tantos anos não esperavas receber uma carta minha. O de escrever cartas resulta tão vintage! Mesmo duvidava de que continuassem a existir os selos.
A razão de que te escreva é que antes do acontecido em julho do 2004 tu eras o meu melhor amigo –quiçá o único– uma pessoa pela qual, na altura, sentia autêntica devoção. Depois de aquilo jamais voltamos a falar. Não teve a oportunidade de te dar a minha opinião e, com certeza, terás lido ou escutado muita merda sobre mim.
Como sabes, a minha paixão foi de sempre o documentalismo. Andei nos arquivos musicais na procura de velhas partituras, como um arqueólogo de sons ocultos baixo décadas –às vezes séculos– de desinteresse. Nisso ocupava as minhas vacações, verões inteiros viajando de arquivo em arquivo na procura do objeto cobiçado. Quando encontrava algo bom botava dias, às vezes semanas, transcrevendo, documentando e finalmente redigindo para logo enviar os meus artigos a revistas especializadas, portais de internet, associações, universidades... Só algum daqueles trabalhos foi publicado e destes, apenas um par tiveram certa repercussão na comunidade científica.
Considerava que ainda não dera com o documento que me catapultasse ao cume dos grandes investigadores, é dizer, esse seleto grupo de indivíduos aos que só conhece outra minoria ansiosa de acompanhá-los. Mas no meu foro íntimo sabia que nunca seria um deles. Eu não jogava na sua liga. O meu lugar ficava longe do seu mundinho académico, sendo apenas um triste funcionário, um freelancer indocumentado de baixa estofa.
Aquela manhã abri a base de dados dum dos computadores da Sala de Investigadores e bastou-me media hora para comprovar que já tinha consultado todo o fundo musical. Não dava para ir a outro lugar. Estava canso de pegar no carro e a minha incipiente migranha recomendava-me prescindir de tomar mais cafés. Far-me-ia bem sair dar um passeio pela cidade. Comecei a recolher as minhas coisas, peguei no caderno e quando procedia a fecha-lo vi umas assinaturas que remetiam a velhos livros do fundo geral ainda não consultados.
Um deles resultou ser um cancioneirinho sem qualquer interesse para mim. Li algum dos poemas anónimos que continha e comecei a inspecionar o volume quase com uma atitude forense. Suponho que todo documentalista sonhou alguma vez com encontrar-se um pergaminho Vindel nas guardas dum livro de Cícero. Eu também. Assim quando chegava as minhas mãos um velho volume procurava nele notas marginais, recortes escondidos entre as suas folhas e como não, escritos ocultos nas suas guardas. O cancioneirinho do século XVIII que estava a inspecionar não parecia guardar nenhum secreto. Então reparei no groso papel que envolvia o volume. Era um papel de tina sobre o qual escreveram o título e o autor da obra, utilizando, com tal motivo, belíssimas letras manuscritas. As dobras estavam muito ajustadas, mas não coladas, pelo que era possível desprende-las. Numa manhã de julho, na solidão da sala de investigadores, deixando-me levar pelo meu instinto, cometi a temeridade de ir à procura do meu Vindel. Na sua cara oculta, aquele papel resultou ser uma folha manuscrita pautada na que foram registadas cinco canções galegas e cinco castelhanas. Também havia um título e o nome do autor: Galizisch und Kastilisch Songs. Wilhelm Von Humboldt. 1799.
Quando vi o nome do grande linguista alemão lembrei de imediato os papeis de Humboldt, hoje conservados na Biblioteca Jagiellonska da Uniwersvtet Jagiellonski de Cracovia. Entre esses documentos encontra-se o titulado A música no País Vasco, fruto do trabalho de campo feito por Humboldt nas suas viagens a Euskadi. Mas em 1799 o alemão percorre o norte de Espanha desde Vitória até Madrid e quem sabe se no caminho se encontrou com jornaleiros galegos, cómicos da légua, com aguadeiros em Madrid... Entres as quadras recolhidas está esta que muitas vezes lembro nas minhas penosas noites de insónia:

Mininha bunita
o pé do castelo,
se levares mala noite
tamém a eu levo.

Num ato reflexo e depois de valorizar a situação brevemente, –como bom cidadão que acabava de desnudar um livro do século XVIII– fui comunicar o achado à funcionária que recolhia os pedidos detrás do balcão.
A primeira reação desta foi de espanto. Procurei explicar-me, mas as minhas tentativas resultaram infrutuosas. Com o livro numa mão e o envoltório na outra, a veterana arquivista foi onda a sua superiora, uma mocinha de aparência quase adolescente recentemente nomeada Diretora do Arquivo. Imediatamente fui conduzido onda ela que me recebeu com semblante sério e palavras graves.

–O senhor sabe o que fiz.
–Pois sim. Acabo de fazer uma grande descoberta para a historiografia musical galega, e mesmo europeia, comentei-lhe sem valorizar muito o significado exato do que acabava de dizer.
–E você um bocadinho presunçoso, não é? Falou a Chefa, e dos seus beiços assomou o seu primeiro sorriso.

Aquela careta não resolveu o meu incomodo, ainda mais, provocou que deixara de ver a diretora do arquivo como uma Lolita de bata branca para se converter num rosto calculador e dominante.

–O senhor acaba de manipular um documento sem a nossa autorização para, além disso, causar-lhe danos tal vez irreparáveis. Vou pôr o caso em conhecimento do nosso serviço jurídico e já veremos que resolução tomamos ao respeito. Pelo momento pedir-lhe-ei que abandone o arquivo e não volte até ter notícias nossas.

Durante alguns minutos mais tentei defender-me. Disse-lhe que levava décadas investigando, que era o que se denomina um rato de bilbioteca. Disse-lhe que nessa mesma casa havia muitos empregados que me conheciam de sobra e que no posto que ela ocupava eu já tivera ocasião de ver passar a diferentes pessoas. Disse-lhe que jamais deteriorara nada e que tinha que me estar agradecida por ter descoberto nada menos que um dos Papeis de Humboldt do que até agora ninguém sabia rem.

–Humboldt o naturalista? Foi a única interrupção que a Chefa do Arquivo fez ao meu desiderato.
–Não, esse é o irmão. Este é Wilhelm, filólogo e um dos primeiros folcloristas em fazer recolhas na Península Ibérica, disse esperançado de que por fim estávamos a falar ao caso.

Um silêncio valorativo para espetar-me a queima-roupa:

–Repito. Vaiasse à sua casa e já nos poremos em contacto com Você.

Fui à sala, recolhi as minhas coisas e, aturdido, caminhei pelas ruas da Zona Velha na procura do meu carro. Sentia-me eufórico de ter feito o descobrimento da minha vida, mas a conversa com a Chefa do Arquivo converteu o meu cérebro num aparelho em muito mau estado. Procurei nos petos um paracetamol e só encontrei um blíster vazio que me causou um corte diminuto no polegar e um não tão pequeno síndrome de abstinência. Numa das minhas pálpebras notei que começava a bulir o tique nervoso associado aos meus processos migranhosos.  Procurei uma farmácia, comprei uma caixinha e me traguei uma grama da minha droga favorita com um grolinho da água fresca que manava dum torno da fonte da Praza.

Aguardei uns dias uma chamada do Arquivo, mas não existiu. Uma semana mais tarde vi no jornal a grande nova. No restauro dum livro do Arquivo Provincial fora encontrado um documento cujo autor resultou ser Wilhelm Humboldt. Segundo se contava no artigo, o livro tivera de ser tratado logo de que um investigador o deteriorara selvagemmente. Assim, os restauradores decataram-se de que o volume estava protegido por um papel que continha umas partituras e uns textos. Posto o feito em conhecimento da Diretora do Arquivo, esta de seguido percebeu-se da importância do achádego.
Na foto aparecia a máxima responsável junto com o presidente da Deputação.
Para o outro dia, cheguei ao Arquivo a primeira hora depois de toda uma noite sem conseguir fechar um olho. Devido às muitas visitas que realizara a esse centro, havia entre o funcionário do controlo de entrada e mais eu uma certa cordialidade. Escrevi o meu nome e caminhei apresado até a sala de investigadores. Detrás do balcão estava a mesma mulher que me atendera o outro dia. Acheguei-me a ela e pedi ver a Diretora do Arquivo. A funcionária disse-me que não me podia atender, seica estava muito ocupada. As minhas súplicas foram elevando o seu tono até se converter em imperativos. Os gritos tinham que se escutar na oficina da Diretora. Algum usuário da Sala fazia-me gestos de que calasse ou fosse gritar fora. Quando já estava a ponto de agredir a algum dos meus colegas chegou a Chefa acompanhada do funcionário do Controlo da Entrada o qual, levantado da sua cadeira, resultou ter uma envergadura intimidante. Juntos, o vigilante simiesco e a jovem diretora lembraram-me a um Quasimodo e a sua Esmeralda.

–Acalme-se, e faça o favor de acompanharmo-nos.

Segui a estranha parelha até uma sala próxima. A Diretora, sem modificar um bocado o seu gesto hierático disse-me:

–A partir deste momento você tem proibida a entrada nesta instituição.

Não foi por medo ao gigante, mais bem foi a humilhação a que me esmagou como a um inseto e me deixou sem recursos, sem palavras. Sai daquele arquivo convencido de que as partes mais cristalinas do meu cérebro foram definitivamente feitas cacos. 
Comecei a caminhar pelo Casco Velho. Várias vezes os meus passos reconduziram-me à porta do arquivo como um penitente, atormentado pela migranha e a luminosidade dolorosa duma manhã soalheira do mês de julho. Caminhava enjoado, médio aturdido por ter consumido mais gramas do habitual. No cristal duma montra vi o meu rosto refletido. Estava avelhantado, pálido, sentia lástima de mim mesmo, de ver-me naquele estado. Então pensei em ligar para Laura. Ela sempre me cuida, sempre está para me proteger... Se a tivesse ligado ter-me-ia dito que a aguardasse nalgum bar, que fosse ao banheiro, que abrira a torneira e molhara a frente e a nuca com água fresca, que me sentasse numa mesa longe da janela, que não tomasse mais pastilhas... Mas não liguei.

Deveram passar horas e uma vez mais estava a poucos metros da porta do arquivo, encostado a uma parede protegida pela sombra do prédio vizinho. Senti que me doía o polegar. Todo o tempo que vaguei pelo empedrado a minha mão direita deveu estar a manipular o botãozinho duma caneta de inoxcrom. Só agora escutava o seu clique metálico. A dor do polegar era insignificante comparado com o da minha cabeça. Então aconteceu. Da porta do arquivo saiu a Diretora deixando trás de sim os brilhos da sua longa cabeleira loura.  Não o pensei. Não foi premeditado. Acheguei-me a ela e com um certeiro golpe cravei a minha caneta na sua garganta, tão violentamente que a atravessei como se fosse de manteiga. Os seus olhos ficaram, por sua vez, cravados nos meus. Os seus lábios deixaram ver uns dentes branquíssimos e uma língua tão amável que teve desejos de a beijar. Quiçá o tivesse feito de não brotar da sua boca um coágulo de sangue que me pareceu piche, dum preto e espessura impróprio daquela princesinha. Caiu ao chão como um peso morto, como o que era. Então eu comecei a caminhar, agora sem rumo, cara a nenhuma parte. Levaria vinte ou trinta metros percorridos quando senti um forte golpe nas minhas costas. Depois do abalo estava tirado no chão, sentindo na minha cara o calor das lousas aquecidas pelo sol.

De resto já sabes. Um juízo. Uma condena. Sei que cometi um crime terrível, mas não sinto arrependimento. Nunca antes cometera um assassinato e nunca mais volverei a cometer outro, mas desse, repito, não me arrependo.
No cárcere não se está tão mal. Estou ao cargo da biblioteca e contra o que caberia pensar, está magnificamente dotada. Leio todo o dia, algo que na rua jamais pude fazer. Laura continua a cuidar-me. Pelo meu aniversário presenteou-me Disparem sobre o pianista, edição de luxo, do meu adorado Truffeau. E seria uma fina ironia pela sua parte? Que asneira perguntar-te qualquer coisa! Bem sei que tu jamais contestarás a esta carta. Pobre Laura, como pode querer-me tanto alguém que nunca me amou.

Mais nada. Muitas saudades.

                                                                                           Mário


sábado, 17 de janeiro de 2015

nº 194 A música dos Dieste


Entre as partituras do Fondo Local de Música do Concello de Rianxo contamos com uma boa quantidade de partituras impressas que sem qualquer lugar a dúvidas pertenceram à família Dieste. Num livro factício [Reg. 103-125] que houve de ser desencadernado pelo mal estado das capas, há quatro partituras com a assinatura dos proprietários, como por exemplo, Elisa Saint Martín (1884-1974), mulher de Eladio Dieste (1880-1972) e mãe do famoso engenheiro galego-uruguaio Eladio Dieste Saint Martín (1917-2000).
Deixo-vos uma tabela completa com as referências diestinas:


Resulta-me especialmente interessante a titulada Duo de amor do compositor duranguês Francisco Fournier Salas (1879-1921). Como se pode ver no quadro, o autor dedica esta obra ao seu fino amigo Antonio Dieste, com data de 18 de decembro de 1913. Justo dois anos antes, em 11 de setembro de 1911, chegava ao porto de Tampico, em México, D. Antonio Dieste Gonçalves, a bordo do vapor correio «Reina Maria Cristina» que partira da cidade galega de A Coruña. Seis anos mais tarde, um novíssimo Rafael Dieste viaja a Tampico, permanecendo em México apenas um ano. Em quase que todas as biografias e ensaios sobre a vida do autor de Dos arquivos do trasno, disse que Rafael foi a junta seu irmão para ajuda-lo nos seus negócios. Não sei se é tão conhecido o feito de Antonio Dieste ser Cônsul de Uruguai em Tampico, tal como aparece no Diario Oficial del Gobierno Constitucionalista del Estado de Yucatán (República Mexicana) Ano XIX Nº 5696 01/06/1916


Fonte: Hemeroteca Nacional de México

O resto das partituras ilustram perfeitamente os itinerários pessoais dos membros da família Dieste: refinadas canções francesas, tangos portenhos, cantos nacionais mexicanos e até uma formosa edição de Los [sic] Segadors.

Documentando as partituras.

A última das partitura [Reg. 125] ilustra à perfeição o México que se encontrou Rafael Dieste quando foi visitar ao seu irmão Antonio. Naquela valleinclanesa Tierra Caliente lutavam as tropas de Villa, Zapata, Venustiano Carranza, o exercito constitucionalista... Um músico, José de Jesús Martínez compunha alguma das melodias mais belas desse período, entre as quais, Magdalena, uma valsa dedicada ao seu amigo Arturo Jiménez.
Em 8 de maio de 1916, nove dias antes do seu 28 aniversário, José de Jesús Martínez subiu ao comboio em direção a Cuernavaca. O Governador do Estado de Morelos encomendara-lhe escolher, comprar e transladar até lá um piano que ofereceria à sua mulher com motivo de seu aniversário. Ao chegar a Topilejo, os zapatistas interceptaram o comboio e fizeram baixar aos passageiros.

«Entre los vencidos destacaba un uniformado, José de Jesús Martínez, Inspector General de Bandas del Ejército Constitucionalista, con mueca de disgusto separó de los otros al músico y compositor, veloz ordenó que se integrara un pelotón de fusilamiento y con voz ronca ordenó: “Fusilen al militar carraclán”… la descarga se escucho en cerros y valles aledaños. Al conocer a los pocos días la noticia, el Gobernador Dionisio Carreón preguntó: ¿Donde quedó el piano? » RAMOS, Mario Arturo La voz del norte. 24/06/2012 [Edição Digital]



sexta-feira, 9 de janeiro de 2015

nº 193 Um maço de notas furadas.


«Siempre imagine que el paraíso sería algún tipo de biblioteca.»
Jorge Luís Borges

A S. que me aprendeu uma história parecida.

A Prima A acariciava com a ponta do seu dedo indicador as etiquetas. AMB, AND, ANS, BOR, ANT... Olha ai! Que faz este BOR extraviado? Quem o colocaria neste lugar? Sei lá. Algum leitor não iniciado ou tal vez alguém que considerou irrelevante o cognome do poeta e tirou de estilo, de gosto pessoal, de ano ou país de nascimento para juntar este com aquele outro. A Prima A tinha bem de tempo para pensar nestas coisas por enquanto «fatigava andeis», como diria o seu adorado Borges —por acaso, aquele volume extravagante era do poeta argentino—. A citação é que tal vez não fosse dele. Lera-lha ao Vila-Matas e é sabido que desse farsante um não se deveria fiar jamais. Uma vez que o livro estava em suas mãos, a Prima A não foi quem de devolvê-lo ao seu lugar certinho sem abri-lo para ler qualquer verso.
¿Que podemos buscar en el altillo
sino lo que amontona el desorden?

Altillo soou-lhe a Prima A démodé, chegando à conclusão de os faiados hoje em dia nada ter a ver com os de antanho. Aqueles versos evocaram na Prima A o desvão da casa dos avôs, um lugar ao que subia com a Prima B quando as famílias se juntavam para celebrar ou para trabalhar nas leiras. As duas se adentravam no país das aranheiras e dos ratos, sem medos, sem fobias, na procura de tesouros no fundo das gavetas, dos armários ou das dúzias de caixas que deviam ser contemporâneas desses mouros dos que tanto nos falava a avozinha. Algumas vezes encontravam pequenas caixas de metal ou cofrezinhos de madeira. Essa sim que era boa! Dentro apareciam cartas com remites de Argentina, da Havana, de Uruguai... A nossa era uma família grande, dizia a avó, e a gente teve de emigrar a toda a parte.
Numa dessas viagens no tempo, as Primas encontraram um maço de notas dentro duma velha caixa de latão. Estavam dobradas pela metade e tinham uma singularidade que as fazia ainda mais especiais: um pequeno furado atravessava o maço permitindo olhar através dele como pelo olho duma porta. As Primas baixaram à cozinha para amostrar aos parentes aquele tesouro inesperado. O pessoal ficou admirado. Ninguém na casa sabia qual era a sua origem. Só quando o avô chegou de arrombar as vinhas, sentenciou emocionado:

- Trazei para aqui esses quartos! São meus e não quero que andeis a brincar com eles.

Os olhos vidrentos do avô desaconselharam aos parentes fazer qualquer pergunta. Só a avozinha foi sentar onde o seu homem, cônscia de que o velho não era de se emocionar por qualquer ninharia.

Passaram os anos e as meninas fizeram-se adultas. A Prima A gostava de falar com seu pai das coisas de antes, de quando era criança e matinha intacta a inocência primigênia. Foi então que o pai lembrou a história das notas furadas, sem reparar em que sua filha apenas conhecia do assunto a parte relativa ao descobrimento.
A Prima A soube então a história certa, uma história mais ou menos tal que assim:

«Na primavera do 1937, um vizinho nosso, falangista, meteu-lhe na cabeça ideias raras a um grupo de moços da redonda entre os quais estava o avô. Com pretensões de chegar a heróis, aqueles adolescentes apresentaram-se voluntários e foram enviados à frente de Vizcaya. Quando se deram conta do erro que cometeram já não havia volta atrás. Nada mais chegar, o filho do falangista, também enrolado na Santa Cruzada, morreu vítima do fogo amigo. –Justo pago, disseram muitas vozes na aldeia. Nas batalhas prévias ao assalto ao Cinturão de Ferro, os soldados dum e outro bando iam caindo em combate. Os republicanos, semiocultos em mínimas trincheiras, disparavam a chou, pelo que só algumas balas acertavam no alvo. Então, os soldados que continuavam com vida estavam na obriga de apoderar-se de quanto podia ser-lhes de utilidade: armamento, munição, alguma peça de roupa, víveres, dinheiro... O avô resistia-se a revistar aos seus companheiros mortos na procura de dinheiros, mas a ordem era contundente. No peto duma jaqueta encontrou o maço furado por uma bala republicana. As notas foram com ele o resto do tempo que botou na Guerra, para uma vez na casa terminar no fundo duma ucha velha.»

Na sua Biblioteca de Babel, a Prima A pensa no avô, agora muito velhinho e quase cego. Pensa em ele e novamente em Borges e nos seus versos:

«Ahora solo perduran las formas amarillas
y solo puedo ver para ver pesadillas.»

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quarta-feira, 31 de dezembro de 2014

nº 192 José Sánchez Vázquez, o final dum ofício.




José Sánchez Vázquez [Rianxo, 14/08/1877; Padrão, 08/01/1939] é minimamente conhecido por ser o tio crego do poeta rianxeiro Manuel Antonio. Porém, o sochantre é para mim uma personagem com nome próprio, infelizmente ignorada não só pelo grande público, mas também por os próprios historiadores da música galega. Com este artigo não pretendo fazer uma biografia por extenso do mestre salmista, só dar a conhecer alguns aspectos que considero de urgente divulgação, deixando para mais adiante partilhar quanto logrei saber da sua vida e obra.






Foto: 
Arquivo X. Santos e X. Comoxo

I
Parentescos

a.- José Sánchez Vázquez era irmão de Purificação Sánchez Vázquez, mãe de Manuel Antonio.  
b.- O avó de José Sánchez Vázquez era irmão do pai de Severo Araújo Silva, Bispo Auxiliar do Arzobispado de Santiago de Compostela.

Estas ligações familiares vão ser fundamentais para que partituras até agora desconhecidas ou perdidas façam agora parte do recentemente criado Fondo Local de Música do Concello de Rianxo.

II
O Sochantre de Íria

A sua nomeação como presbítero tem lugar em janeiro de 1902 e um ano mais tarde já aparece citado na imprensa como Sochantre de Íria, pelo que deveu aceder a este cargo quase imediatamente trás a sua ordenação. Durante os trinta e sete anos que restam até a sua morte, José Sánchez Vázquez teve uma intensa vida dedicada por completo à música, bem seja como cantor, como regente ou como dinamizador e organizador de eventos culturais.
A sua actividade como cantor não se reduzia apenas a Íria Flávia, senão que acudia lá onde era reclamado, principalmente à Ponte Vedra dos seus amigos Mercadillo, Torres Creo, Isidro Puga ou o mestre de capela Manuel Taboada Nieto. Gostava de cantar cantigas galegas, como a titulada Bágoas de Puga ou Choros e Cántigas de Sanmartín, da que falarei mais adiante.

«La orquesta y voces de los Sres. Mercadillo y Torres [Creo], reforzada con el tenor de Iria D. José Sánchez, interpretó con gran maestría la hermosa misa de Gomig, el Motete de Cortina y Genitore de Guilmar.» El Diario de Pontevedra: nº 7596 06/09/1909
 
A sua sólida formação musical permitir-lhe-ia dirigir orquestras e coros os quais interpretavam música não apenas religiosa. Graças a imprensa da época, podemos saber como eram aquelas orquestras, muitas vezes reforçadas com músicos de Compostela ou de Ponte Vedra. Assim, no Diario de Galicia 20/02/1914 ou em El Barbero Municipal, 21/11/1914 encontramos uma orquestra regida pelo P. Daniel Gómez, franciscano do convento de Ervão, da que fazem parte os violinistas Srs. Rodríguez, Castro e Diéguez, nas flautas os Srs. Balado e Rey, no contrabaixo o Sr. Sánchez e no piano o Sr. Cardama. Aqui, aparece o Sochantre tocando o baixo, mas, habitualmente, era ele próprio quem dirigia a orquestra, alternando-se instrumentais e peças cantadas.
Também dirigiu os coros de meninos, as vozes participantes nas missas e nos diferentes ofícios e sobre todo, o Orfeão Antoniano.
Este último está muito relacionado com o seu papel de organizador e dinamizador de eventos entre os quais a organização da Juventud Antoniana e as celebrações do dia de Santa Cecília.
O interessante é que em todas estas celebrações havia sempre um lugar para a canção galega de concerto, assim como um espaço para os seus amigos músicos, como o guitarrista Daniel Paz Rodríguez O Rosquilheiro.
Como curiosidade dizer que depois de morto o Sochantre, a sua irmã e mãe de Manuel Antonio, Dna Pura, continuou a costear a Missa Solene da celebração de Santa Cecília à que habitualmente se associavam os músicos de Padrão.                                         


III
Os organistas de Íria Flávia

José Sánchez Vázquez viveu o declive do ofício de sochantre e organista na igreja de Íria Flávia. Acho que ele foi o derradeiro sochantre e que conviveu com os últimos organista por oposição da ex-Colegiada. Pouco antes da sua posse como cantor de Íria, o órgão foi restaurado, o qual manifesta um certo interesse por mantê-lo em óptimo funcionamento. No século XIX, alguém que tivesse vontade de escutar uma Missa Solene com órgão em Padrão podia escolher entre o do Convento de Ervão, o do Convento do Carmo, o da Escravitude ou o de Íria, e quiçá algum mais que se me passa.
Dos organistas de Íria, acho que não há nada publicado, assim que achego aqui o que sei, entendendo que a pouco que se investigue, muito de quanto digo pode ser ampliado ou mesmo rectificado. 

Em 1881, foi nomeado organista da Ex-Colegiada de Íria Flávia D. Pedro Rodríguez [1881-1887]. Só seis anos mais tarde sai publicado no Boletín del Arzobispado o edital pelo qual se convoca a vaga de organista de Íria Flávia.

«Hallándose vacante la Capellanía, ad nutum amovible, erigida en la Colegiata de Iria Flavia bajo la advocación de San Rosendo y afecta al cargo de Organista, el Excmo. y Reverendísimo Prelado, mi Señor, á quien pertenece su provisión, ha determinado anunciarla á concurso, como por el presente se verifica, por el término de veite días á contar desde el de la fecha, dentro del cual los aspirantes, que deberán ser Presbíteros, dirigirán á Su Excia. Revma. la correspondiente solicitud, acompañada de letras testimoniales de sus Prelados, si fuesen extradiocesanos.
Las obligaciones del agraciado serán: residir en Iria Flavia, asistir á las horas menores todos los días, tañer el órgano en las misas conventuales y demás funciones propias de la Colegiata ó que determinare el Párroco como Presidente, y aplicar el Santo Sacrificio todos los domintos del año por las almas é intención de los fundadores de las Obras pías, con cuyas rentas se ha constituido la Capellanía.
Su dotación anual es de cuatro mil reales, que se cobrarán por trimestres en la forma que el Estado satisfaga los intereses de la deuda pública.
Santiago 29 de marzo de 1887. –Por mandado De Su Excelencia Revma. el Arzobispo, mi Señor, Dr. D. Vicente Álvarez Villamil, Secretario.» Boletín Oficial del Arzobispado se Santiago. Ano XXVI nº 1098 31/03/1887

José María Sanmartín Catoira, [1887?-1907] Era natural de Pontecessures, onde morreu em 10 de janeiro de 1951. Foi, alem de organista por oposição em Íria, pároco em Redondela e Cangas do Morraço, sendo o seu último destino a igreja de São João Apóstolo de Santiago de Compostela.
Sabemos que foi o autor dalguma balada galega como a titulada Choros e cántigas, editada por Canuto Berea, a qual se publicitava na prensa de 1909 e continuava a ser interpretada nas festividades religiosas organiçadas por José Sánchez em 1933.

El Eco de Galicia. nº 954 13/10/1909

El Compostelano - Num. 3810 (31/01/1933)

Em 1907, convoca-se novamente a vaga de organista por translado de José Sanmartín. A dotação anual será nesta ocasião de mil pesetas. Gaceta de Galicia. nº 140 22/06/1907

- Manuel Forján Ojeros. [1907-1912] Em 1910 era aluno de Arqueología y Historia Eclesiástica da Universidad Pontifícia Compostelana. Como homenagem a Antonio Lopez Ferreiro, morto em abril desse mesmo ano, a aula organizará uma velada na que vai ser interpretada a cantiga elegíaca Pranto de Galicia, de Manuel Forján. Dois anos mais tarde, em abril de 1912, morre quando cursava terceiro ano de Teologia. 

«Era el Sr. Forján un excelente músico, autor de varias composiciones de relativa importancia. La enfermedad que le condujo al sepulcro la contrajo preparándose para la plaza de organista vacante en la catedral compostelana.
Desde hacía varios años era organista de la Colegiata de Padrón, habiendo obtenido el cargo desde bastante joven, cuando casi era un niño.
Encarecemos á nuestros lectores unan sus oraciones á las nuestras en sufragio del alma del finado.» El Eco de Galicia. nº 1746 28/04/1912 

Embora a sua juventude, Manuel Forján era organista de Iria Flavia por oposição. Durante as suas ausências, substituía-o no órgão da Colegiada o seu irmão Joaquín Forján. Na altura, dirigia a Banda de Música de Padrón um outro Manuel Forján, ao que cremos parente dos irmãos organistas. 

- Joaquín Forján Ojeros. Irmão do anterior, foi organista ocasional em ausência de Manuel Forján.

- Adolfo Cardama Cortés. Dodro, 23/06/1879- A Póvoa do Caraminhal 19/03/1942. Quiçá o organista que mais vezes aparece ao lado de José Sánchez, e do que deveu ser, além de mais, grande amigo. O primeiro dado que tenho do duo Sánchez-Cardama é de 1908, na igreja de São Julião de Requeijo. Cardama tocava principalmente o harmônio e o piano, mas é possível que tocasse o órgão em certas celebrações. As suas ocupações como funcionário em diferentes concelhos como o da Póvoa do Caraminhal, dificultou-lhe uma maior actividade como músico. Era filho de Ramón Cardama, mas ignoramos se tem alguma relação de parentesco com o organeiro compostelano do mesmo nome.

«A continuación ocupa el escenario el Sochantre de Iria Flavia, don José Sanchez, que cantó la melodía gallega Bágoas, del maestro Puga, acompañándole con el armonium D. Adolfo Cardama, siendo objeto de una ovación el Sr. Sánchez por el exquisito gusto con que interpretó la obra.» El compostelano. Nº 1290 (12/06/1924)

IV
Uma festa em Bastavales
Com um minuto de intervalo

«A las nueve, Misa cantada en la capilla, acompañada de la grandiosa Orquesta de Iria-Flavia que será reforzada con valiosos elementos de la Catedral de Santiago, compuesta de doce profesores, entre los que figuran el tenor D. José Sánchez y el barítono M. R,. Espinosa.»
«Por la tarde, a las tres, darán comienzo los grandes bailes populares amenizados por las bandas de Brión y Rianjo y por el popular cuarteto regional gallego de Soutelo de Montes, desarrollando un variado programa de bailes, los que se alternarán con un minuto de intervalo.»
«A las tres de la tarde continuarán los bailes populares estando la música a cargo del afamado director D. Ángel Bandín.» El compostelano. nº 1858 02/06/1926 Festas em São Julião de Bastabales em honor da Virgem do Carmem.

«La orquesta y voces de los Sres. Mercadillo y Torres, reforzada con el tenor de Iria D. José Sánchez, interpretó con gran maestría la hermosa misa de Gomig, el Motete de Cortina y Genitore de Guilmar.» El Diario de Pontevedra: nº 7596 06/09/1909

«La orquesta y voces de los Sres. Mercadillo y Torres reforzadas con el valioso elemento del tenor de Iria, D. José Sanchez, justificó una vez más la altura de su justo renombre, en la interpretación de los Gozos de Velardi, á solo de bajo y duo de barítonos, en el Tantun ergo de Loxvi y el Genitori de Guilma.»

V
Despedida a la Sma. Virgen
 
A única partitura das conservadas no Fondo Local de Música do Concello de Rianxo que consideramos da autoria de José Sánchez Vázquez é a titulada Despedida a la Santísima Virgen, a qual está datada em 7 de setembro de 1934. Pela sua letra trata-se duma composição semelhantes as muitas que se conservam, alguma mesmo no nosso arquivo, de Salutação e Despedida, normalmente postas em boca, a modo de hino, dos peregrinos que acodem a um santuário. Considero, pois, que se trata duma Despedida à Virgem de Guadalupe das pessoas assistentes à sua celebração.



© Fondo Local de Música do Concello de Rianxo

VI
Epílogo
O organista de Iria de José Filgueira Valverde

Ao organista de Iria, un músico vello de enterros e festas, bo bebedor, forte, roxo de moita sona en toda a terra de Padrón, viráraselle o sentido. Deixara o viño e as esmorgas, dera en se pechar polas noites na igrexa a tanxer no órgano cousas estrañas; subía ao campanario para adeprender aos mociños repiques novos, tiña longas conversas co gaiteiro de Isorna e saía cara os soutelos do río, no raiar da alba, cun feixe de papeis baixo do brazo. Sentira o proído de engaiolar unha cántiga que teimosamente se escoaba nos seus oídos e tendía a cotío o ichó para esligala como se fose un loiro paxariño.
Despois de moitos traballos, arriscouse a amostrar canto levaba composto ao oranista de Santiago. Saíu de Iria, polas oitavas de Nadal, cunha carta de presentación do Abade, con moitos papeis na alxibeira e o verme dun degoiro no peito. Nos seus oídos ecoábase aínda, con leda teimosía, o belido tema que topara e seguindo no maxín a súa obra —Op. I—, deténdose en cada acerto, á mañá do repaso que un fai do soño lonxano, deuse a cantalo, a cantalo namentres o tren repinicaba a muiñeira das costas e debullaba o alalá dos chans sobre o trémolo da paisaxe e o pedal azul do ceo.
(O crego cativiño e descoñecido que se sentara a par del en Osebe íao escoitando cos ollos pechados nas follas do breviario).
Nos altos da Catedral renxía o fol do órgano, barquín de forxa, e as mans do Organista de Santiago, mans afeitas a temperar o ferro roxente dos graves na agua xeada dos agudos, afiaba os sons a circias marteladas. Embazábase o aire dunha sutil poeira, erguíase un mesto fumeiro... De súpeto é a nidia claridade da súa cántiga a que avesca o músico de Iria, envolveita na néboa dunha fuga. O paxariño que el quixera esligar coas súas mans de labrego, afeitas a coller niños caera no ichó daquel creguiño descoñecido que cos ollos pechados nas follas non pasadas do breviario fora escoitando o seu cantar.
O organista de Iria xa non tenotu falarlle. Con ollos embazados pola poeira das bágoas, coa gorxa atuída polo fumeiro dun salaio, estrizou os papeis e tornou aos enterros, ás festas, ao viño e ás esmorgas.
Na terra de Padrón díxose que os médicos de Santiago lle arrincaran do peito un verme. Tornáranlle o sentido. 
Quintana Viva. p. 47 e 48 La Voz de Galicia, S. A.; Corunha. 2002