segunda-feira, 7 de maio de 2018

nº 222 Anxelo, um náufrago do amor.



Alguma gente ainda não reparou, mas não duvidem que o rianxeirismo é uma religião que conta com um cântico sagrado conhecido como A Rianxeira, todavia os iniciados prefiram denomina-lo Ondinhas da Nossa Ria. Até onde pode chegar o fanatismo dos devotos pelas suas tradições e preces é algo que apenas posso chegar a vislumbrar, apesar de levar anos estudando o contexto. Para os forasteiros, o fenómeno resulta surpreendente, pois aúna tradição inventada com arcanos semi-ocultos no palimpsesto do folclore. 
O que sentem os rianxeiros quando escutam cantar Ondinhas venhem e vão é algo que só podemos explicar em termos de rito, religioso ou pagã, mas sempre devoto. É por isso que me interessou a história do Anxelo, tal vez certa, tal vez inventada pelo Emilo Álvarez Negreira (1926-2002), jornalista pontevedrês da saga dos Álvarez Limeses e por conseguinte, também dos Álvarez Blázquez.
Quisera pensar, por último, que o que se nos conta do Anxelo foi verdade e que houve uma parelha capaz de misturar sangue rianxeira e irlandesa, quiçá o coquetel genético mais primoroso da velha Europa. Sei lá!

P.S.: O trilho musical desta postagem poderia ser a versão da Rianxeira de os Chieftains, com certeza, uma ilustração que nem pintada.

Anxelo, el marinero que naufragó en Irlanda.


Yo no sé si ya les hablé a ustedes de Anxelo, el marinero de Rianxo que fue a Irlanda. No recuerdo si les conté algo de él, pero por si no fue así, tengo que decirles que Anxelo vive ahora tranquilamente en Irlanda, engordando cada día más, cada año que pasa unos kilos más de vida sedentaria.
Anxelo, cuando joven, por aquello de ver mundo, se metió en un bacaladero que ponía su proa rumbo a Terranova. El mar es una balsa de vino tinto para todo rapaz varudo, y Anxelo, con sus veinte años, apenas notó el galopar de las bravas, las azules yeguas del mar. El bacaladero hizo escala en un puerto irlandés, todo por orden del patrón, el cual permitió un día libre a la tripulación Anxelo echó un vistazo por el puerto y se quedó parado ante un letrero que decía: “The Black Cat”. Debajo del letrero había una puerta y al fondo un mostrador. Detrás del mostrador estaba una rapaza de trenzas rubias, de ojos glaucos que miraban al mar. Anxelo sin encomendarse a Dios ni al diablo entró en el establecimiento.
–¿What do you wishk? [sic] –preguntó la moza de las trenzas rubias con una voz que navegó por las venas del mozo hasta su corazón.
Si hay que beber, se bebe. Si hay que querer, se quiere; porque es viejo aquello de que en cada taberna un vaso y en cada puerto un amor. Y entre el beber y el querer, y los glauquísimos ojos y las trenzas rubísimas, se armó tal lio Anxelo, que ya no quiso saber nada del bacaladero ni de su patrón.
Al principio no le iba bien por que las palabras de la moza no las entendía, pero iba tirando con el idioma de las miradas y las caricias, hasta que un día aprendio a decir ¡adiós!
–¡God-bye![sic] –gritó alegremente desde la puerta de la taberna, y esa palabra con tanta dificultad pronunciada fue la que perdió, pues los padres concertaron rápidamente la boda. Y así fue como Anxelo, hijo de la villa marinera de Rianno, mozo de veinte años, con mucho que andar, naufragó en su primer viaje preso en las trenzas rubias de una sirena irlandesa.
Ahora, después de tantos años, acabo de recibir noticias suyas. Me las trajo su paisano el marinero Lampariñas, que en unas cuantas palabras me informó de que Anxelo, ya que sus suegros estaban viejos y cansados de aturar parroquianos, lo dejaron amo del negocio. Que como esto de tener hijos es algo así como coser y cantar, fueron viniendo a este nunca bien ponderado mundo rapaces y rapazas, ellos con el pelo negro de su padre y el habla gallega y ellas, con el cabello rubio y el decir irlandés. Pero Lampariñas me dijo algo que me conmovió: que Anxelo a veces se sienta al atardecer en una banqueta a la puerta de su taberna y suspira por su tierra. Que antes de despedirse de Lampariñas, le dijo: “Sólo pidoche una cousa, amigo Lampariñas, que no próximo viaxe que fagas me traigas un disco da “Rianxeira”.
Yo temo que Lampariñas no pueda volver a navegar, pues los años lo han dejado como un barco viejo. Por eso me permito poner aquí el siguiente
AVISO: Vosotros, los que navegáis por la costa de Irlanda, si algún día veis al anochecer a un hombre entrado en años, sentado a la puerta de la taberna «The Black Cat», mirando al mar, ese es Anxelo. El marinero de Rianjo que casó, tuvo mujer hermosa, fue feliz, pero que algunos días al anochecer sentía nostalgia de la tierra de Rianjo, donde nació, y contemplaba las innumerables olas del mar. Vosotros los que navegáis, si sabéis cantar, cantadle “La Rianxeira”, que el os lo agradecerá.

Emilio Álvarez Negreira
El pueblo gallego, 13/01/56

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