A seguinte
história encontrou-me quando dava uma vista de olhos a um exemplar do jornal
viguês Vida Gallega datado em 1918. A sua leitura resulta verdadeiramente
deliciosa, pelo bem escrita que está, pelas ilustrações fotográficas, pela
Galiza que transita entre o relato histórico e o mitológico.
O relato tem uma trama bem simpática: um
grupo de amigos decide ir ao monte na procura de tesouros históricos, celtas em
genérico, providos de cavalgaduras, picos,
palas y palanquetas e dum
ajudante anónimo, que digo eu faria às vezes de sherpa.
Os excursionista com nome são: Adelardo
Novo, autor do relato e que o assina em Noya, Félix G. Caamaño, José Blanco Novo, o incrédulo Carrascosa e
um tal Acitores.
De todos estes ao único que dei identificado foi a
Adelardo Novo Brocas, um homem com uma biografia que de ter eu talento,
gostaria de por em forma de romance. Nasceu no Ferrol, como quase que todos os
grandes galegos, em 8 de setembro de 1880. São muitas as histórias que se
poderiam contar dele, mas achego só uns breves apontamentos.
Adelardo Novo
Fonte: Galicia Aberta
- Em 1904 emigra a Cuba, donde é expulso em 1917 por
causa duns artigos publicados em Vida Gallega. Retorna à Ilha caribenha em 1919
pelo que o artigo que transcrevemos baixo estas linhas foi escrito em metade deste
exílio.
- Em 1930 visita novamente a península, fazendo a
viagem transatlântica nada menos que a bordo dum zepelim, o Graft Zeppelim.
Graf Zeppelin
Fonte: La cantera
- Retornado definitivamente a España, o governo da
república nomeia-o Gobernador Civil de diversas cidades até que em 1936 os
fascistas o encarceram, morrendo em prisão em 1939.
A Lenda de Brandomil não tem desperdício. Aqui
os arqueólogos amadores fazem arqueologia de pico e pá, levantam pedras e até
tiram uma fotografia para deixar constância das suas façanhas. O que se diz
discretos, não eram. Em fim, bem mirado, a coisa, a dia de hoje, não mudou
muito. Os destrutores do património seguem mostrando o seu bom fazer no papel
impresso; se antes era Vida Gallega, agora é na Voz de Galicia ou diretamente
no DOGA. E se não que lhes perguntem aos de Taramancos...
Tradiciones gallegas
LA LEYENDA DE BRANDOMIL
POR ADELARDO NOVO
En cuanto oyó Carrascosa hablar de dólmenes, mámoas, vías
romanas y de tantas otras huellas descubiertas, en le monte Barbanza, del paso
de los celtas, no pudo contener la risa y con el mismo desdén de un arqueólogo
convencido, nos dijo:
- - ¡Bah! ¡Esas
son leyendas!
- - No,
Carrascosa, no; no son leyendas, que mañana mismo vamos á Barbanza. Usted
buscará picos, palas y palanquetas, una caballería que cargue con todos esos
chismes y ¡arriba! ¡á la cumbre! Á revolver
en esos sitios donde hay vestigios celtas y á ver lo que encontramos.
- - ¡Que hemos de
encontrar! ¡Bah! ¡Esas son leyendas!
- - No son
leyendas, Carrascosa, no son leyendas. Usted ¿no ha oído hablar del hallazgo de
un collar de oro? ¿No ha oído usted hablar de la aventura de Romaní? Romaní, un
día, haciendo no se que excavaciones cerca de un camino, descubrió una cosa así
como un horno. Había un montón de polvo finísimo y al lado del polvo, una punta
de flecha ó de lanza, joya valiosísima como documento histórico de un periodo
remoto. Que venga Romaní. Le oirá usted hablar y él mismo nos dirá hacia donde
está ese lugar en el que descubrió el horno, aquel horno que no era otra cosa
que una sepultura celta, y por allí, por allí excavaremos nosotros también.
Vino
Romaní. Explicó con pelos y señales el hallazgo de aquella flecha ó lanza. El
tampoco estaba muy seguro de lo que era aquello que había encontrado. Explicó
también cómo lo habían despojado de esa joya celtíbera que se exhibió, para
admiración de curiosos y eruditos, en la Exposición de Santiago. Y no había
dado la vuelta Romaní, cuando Carrascosa, en el mismo tono socarrón de siempre,
exclamó:
- - ¡Bah! ¡Esas
son leyendas!
- - Bueno,
leyendas ó no, ¡á Barbanza!
Y allá fuimos hace unos días Félix G. Caamaño,
José Blanco Novo, el incrédulo Carrascosa, hombre conocedor del terreno y
práctico en caminos y encrucijadas. Acitores, otro ayudante que consideramos
necesario y el autor de estas líneas.
La ascensión por las estribaciones del Barbanza, fue
cosa entretenida. A medida que subíamos, el panorama iba apareciendo á nuestros
ojos, hermoso, soberbiio. Y es que esta montaña se alza arrogante en medio de
una de las comarcas más pintorescas de Galicia.
Sin rumbo, porque á última hora no pudimos
concretar los lugares en los que el tiempo no ha podido borrar el rastro que dejaron
los celtas, en sus correrías por estas tierras, vagamos por esta inmensa
montaña, mirando aquí y allá, y riendo las humoradas de Carrascosa,
satisfechísimo cada vez más de ver confirmadas sus dudas y con tanta suerte en
sus excentricidades que ya decidido á amenizar la excursión removiendo piedras,
para mayor escarnio de nuestras ilusiones, de debajo de la primera que levantó
salieron corriendo dos monísimos ratones de monte, que nos dejaron fríos
mientras Carrascosa reía á mandíbula batiente.
Nuestros entusiasmos
investigadores fueron decayendo considerablemente.
Después de comer, nos
entregamos á una siesta larga, muy larga.
Y ya cabizbajos y
meditabundos regresábamos á nuestros lares. Abrumados por el peso de tanto
infortunio, hicimos alto á la sombra de unos peñascos, para descansar y tomar
alientos. La marcha se hacía cuesta arriba, aún cuando era cuesta abajo. Íbamos
fracasados, completamente fracasados. Y aún el fracaso nuestro no era lo peor. Lo
peor era el triunfo de Carrascosa. ¡Carrascosa, que siendo asistente de un
capitán, le estropeó un par de calcetines y unas ligas, porque no supo separar
las ligas de los calcetines! ¡Carrascosa, que llegó á creer que el termo era
una leyenda como la de los dólmenes!
En estas y otras
consideraciones, mudos todos, pasando la vista vagamente desde aquellas alturas
sobre los numerosos caseríos que se descubrían, surge ante nosotros la tradición,
como si la tierra se hubiese abierto para darle paso á la leyenda que de lar en
lar había ido, años y años, abriendo las bocas de estos crédulos paisanos. Es
un viejo que busca una vaca perdida. Y en un gallego dulce, enxebre, garimoso,
nos interroga:
- - Y ustedes
¿hace mucho que están por aquí?
- - Sí, llevamos
todo el día, - le contestó Caamaño.
- - Y ¿no habrán
visto una vaca?
- - No; no hemos
visto nada.
- - Se me fue esta
mañana y no sé por donde rayos andará.
- - Y usted –interviene
Carrascosa, este arqueólogo chungón que nos acompaña y nos desespera, y que ya
no cree ni que haya vacas en el mundo- ¿no ha oído hablar de unas piedras que
dicen que hay por estos montes y que tienen mucho mérito y que están señaladas
con unas letras?
- - Y esas letras
¿serán mayúsculas?
- - No hombre,
no; le dice uno que acompaña á este viejo. Son unas letras que para ti y para mí no lo
parecen, porque no entendemos de eso, pero son figuras romanas que los
entendidos adivinan lo que dicen.
- - Pues yo no
señor, no le se de esas piedras y no le tengo oído nada. Yo sí, le tengo oído
decir que allá arria le hay una piedras furada, y dicen, yo no le sé, que la
furó una vieja hilando, hace mucho tiempo. También le oí decir que allá abajo
le encontró un cantero de Noya una lanza. Y dicen que le dieron catro mil reás por ella. Pero no se si
será cierto. Lo que sí le oí contar á mi padre –y aquí empieza la leyenda- fue lo
de Brandomil, que ustedes ya lo sabrán.
- - Y ¿qué es lo
de Brandomil, hombre? Inquiere curioso
Carrascosa.
- - Pues verá:
dicen que, una vez, un mozo de Brandomil encontró un papel escrito muy antiguo,
en el que decía que en el monte de tal había veintitantos montones de tierra:
que en uno de ellos, en el que miraba al poniente, estaba enterrado un tesoro
que haría feliz al que lo encontrase. El mozo no pudo guardar el secreto y se
lo comunicó á otro amigo á quien le propuso que le ayudara á desenterrar el
tesoro. Así se lo prometió el amigo y convinieron en ir una noche los dos, con
las herramientas del caso, en busca del tesoro escondido. Llegó la noche
señalada y el primero en llegar al lugar de la cita fue el que había encontrado
el papel. Estudió los montones de tierra. Observó cual era el que miraba al
poniente y se puso á cavar en él durante unas horas, sin hallar absolutamente
nada. Rendido en la faena, desilusionado por completo, falto de los alientos
que le hubiera podido comunicar su amigo, que no aparecía por ninguna parte, se
fue para su casa, renegando de su suerte y pensando en disfrazar su ambición
con una disculpa. El no había querido molestarse siquiera, por eso no había
acudido. Aquello era una broma. Su amigo, como no había ido, lo creería y su vergüenza
quedaría oculta.
Pero su
amigo fue, fue más tarde. Despertó á la hora, pero no se levantó. Que vaya él
trabajando –se dijo- y más tarde iré á ver lo que hay. Y así lo hizo. Muy de
madrugada se fue la lugar de la cita. Pronto vio el montón de tierra que su
amigo había desbaratado. Y perplejo ante aquellas señales, se puso á pensar
angustiado: ¿Lo habrá encontrado? ¿No lo habrá encontrado? Por si ó por no se
dispuso á continuar la labor. A lo mejor –pensó- se ha cansado y el tesoro
puede estar más abajo. Dio un golpe con el pico que llevaba, en el lugar más
hondo de la cueva abierta por su amigo y siente el alucinante chasquido del
pico contra un objeto de barro. Prosigue con verdadera alucinación su trabajo y
descubre una gran olla chea de onzas d’ouro.
Oxe é a casa mais forte de Brandomil…
Carrascosa no pudo
reprimir una sonrisa de incrédulo que nos dedicó á todos los que escuchábamos
con deleite aquella pintoresca versión, referida en las estribaciones del
histórico Barbanza, á las horas en que el sol, declinando, pone en todas las
almas un no sé que de recogimiento y de fé que adormece.
Pero Carrascosa había
triunfado. Fuimos atraídos por la leyenda y solo una leyenda, la leyenda de
Brandomil, trajimos de aquella memorable excursión á Barbanza.
Adelardo Novo.
Noya,
Septiembre de 1918.
Vida Gallega nº 115; 10/10/1918
Vida Gallega nº 115; 10/10/1918
3 comentários:
Carcaman , non deixas de sorprenderme.Carlos.
Sobre uno de los participantes de esta excursión:
José Blanco Novo, primo de Edelardo Novo, hijo de José Blanco Díaz y Aurora Novo García. Nació en Ferrol y llegó a ser un personaje muy importante en la Historia de la Radioafición obteniendo su indicativo oficial de amateur en abril de 1926. Este era EAR-28. Fue famoso por haber construido la primera estación móvil de radioemisión y recepción de España, siendo recibido en Madrid en las Navidades de 1927-28 por el Rey Alfonso XIII que se interesó por su viaje desde Santiago a Madrid, transmitiendo y contactando con diferentes radioaficionados. Fundó el Cuerpo de transmisiones de la Guardia Civil y llegó a General de Brigada. Destacó en su actuación humanitaria y profesional como Guardia Civil, siendo muy querido por el pueblo. Fue el primer radioaficionado gallego y uno de los más importantes de España. Delegado de la segunda Región de la Asociación Españoles Aficionados a la Radiotécnica que agrupaba a las principales figuras de la Radioafición en sus mismos orígenes. En la siguiente dirección se puede obtener información y descargar los boletines de la EAR donde, en el número correspondiente a octubre de 1926, aparece descrita por el propio Blanco Novo su emisora de radioaficionado y comenta sus inicios en 1910 en la radioexperimentación.
Fdo. Tomás Manuel Abeigón Vidal (EA1CIU)
Aficionado a la Radio Historia
abeigont@gmail.com
Pontevedra, tel 675857446
http://www.ure.es/descargas/cat_view/110-revistas/162-revista-ear.html
Obrigadíssimo. Eu sou um absoluto desconhecedor da história do radioamateurismo, mas tinha a ideia de que o pioneiro fora o Enrique Vázquez Lescaille de Ponte Vedra. Terei de informar-me melhor. Interessante este Blanco Novo e o seu primo Edelardo. Obrigado mais uma vez.
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