domingo, 13 de novembro de 2011

nº 124 A lenda de Brandomil.


A seguinte história encontrou-me quando dava uma vista de olhos a um exemplar do jornal viguês Vida Gallega datado em 1918. A sua leitura resulta verdadeiramente deliciosa, pelo bem escrita que está, pelas ilustrações fotográficas, pela Galiza que transita entre o relato histórico e o mitológico.
O relato tem uma trama bem simpática: um grupo de amigos decide ir ao monte na procura de tesouros históricos, celtas em genérico, providos de cavalgaduras, picos, palas y palanquetas e dum ajudante anónimo, que digo eu faria às vezes de sherpa.
Os excursionista com nome são: Adelardo Novo, autor do relato e que o assina em Noya, Félix G. Caamaño, José Blanco Novo, o incrédulo Carrascosa e um tal Acitores. 
De todos estes ao único que dei identificado foi a Adelardo Novo Brocas, um homem com uma biografia que de ter eu talento, gostaria de por em forma de romance. Nasceu no Ferrol, como quase que todos os grandes galegos, em 8 de setembro de 1880. São muitas as histórias que se poderiam contar dele, mas achego só uns breves apontamentos.

Adelardo Novo

- Em 1904 emigra a Cuba, donde é expulso em 1917 por causa duns artigos publicados em Vida Gallega. Retorna à Ilha caribenha em 1919 pelo que o artigo que transcrevemos baixo estas linhas foi escrito em metade deste exílio. 

- Em 1930 visita novamente a península, fazendo a viagem transatlântica nada menos que a bordo dum zepelim, o Graft Zeppelim.

Graf Zeppelin
Fonte: La cantera

- Retornado definitivamente a España, o governo da república nomeia-o Gobernador Civil de diversas cidades até que em 1936 os fascistas o encarceram, morrendo em prisão em 1939.

A Lenda de Brandomil não tem desperdício. Aqui os arqueólogos amadores fazem arqueologia de pico e pá, levantam pedras e até tiram uma fotografia para deixar constância das suas façanhas. O que se diz discretos, não eram. Em fim, bem mirado, a coisa, a dia de hoje, não mudou muito. Os destrutores do património seguem mostrando o seu bom fazer no papel impresso; se antes era Vida Gallega, agora é na Voz de Galicia ou diretamente no DOGA. E se não que lhes perguntem aos de Taramancos...

Tradiciones gallegas
LA LEYENDA DE BRANDOMIL
POR ADELARDO NOVO

En cuanto oyó Carrascosa hablar de dólmenes, mámoas, vías romanas y de tantas otras huellas descubiertas, en le monte Barbanza, del paso de los celtas, no pudo contener la risa y con el mismo desdén de un arqueólogo convencido, nos dijo:
-         - ¡Bah! ¡Esas son leyendas!
-    - No, Carrascosa, no; no son leyendas, que mañana mismo vamos á Barbanza. Usted buscará picos, palas y palanquetas, una caballería que cargue con todos esos chismes y ¡arriba! ¡á la cumbre!  Á revolver en esos sitios donde hay vestigios celtas y á ver lo que encontramos.
-          - ¡Que hemos de encontrar! ¡Bah! ¡Esas son leyendas!
-     - No son leyendas, Carrascosa, no son leyendas. Usted ¿no ha oído hablar del hallazgo de un collar de oro? ¿No ha oído usted hablar de la aventura de Romaní? Romaní, un día, haciendo no se que excavaciones cerca de un camino, descubrió una cosa así como un horno. Había un montón de polvo finísimo y al lado del polvo, una punta de flecha ó de lanza, joya valiosísima como documento histórico de un periodo remoto. Que venga Romaní. Le oirá usted hablar y él mismo nos dirá hacia donde está ese lugar en el que descubrió el horno, aquel horno que no era otra cosa que una sepultura celta, y por allí, por allí excavaremos nosotros también.
Vino Romaní. Explicó con pelos y señales el hallazgo de aquella flecha ó lanza. El tampoco estaba muy seguro de lo que era aquello que había encontrado. Explicó también cómo lo habían despojado de esa joya celtíbera que se exhibió, para admiración de curiosos y eruditos, en la Exposición de Santiago. Y no había dado la vuelta Romaní, cuando Carrascosa, en el mismo tono socarrón de siempre, exclamó:
-          - ¡Bah! ¡Esas son leyendas!
-         -  Bueno, leyendas ó no, ¡á Barbanza!
Y allá fuimos hace unos días Félix G. Caamaño, José Blanco Novo, el incrédulo Carrascosa, hombre conocedor del terreno y práctico en caminos y encrucijadas. Acitores, otro ayudante que consideramos necesario y el autor de estas líneas.
La ascensión por las estribaciones del Barbanza, fue cosa entretenida. A medida que subíamos, el panorama iba apareciendo á nuestros ojos, hermoso, soberbiio. Y es que esta montaña se alza arrogante en medio de una de las comarcas más pintorescas de Galicia.
Sin rumbo, porque á última hora no pudimos concretar los lugares en los que el tiempo no ha podido borrar el rastro que dejaron los celtas, en sus correrías por estas tierras, vagamos por esta inmensa montaña, mirando aquí y allá, y riendo las humoradas de Carrascosa, satisfechísimo cada vez más de ver confirmadas sus dudas y con tanta suerte en sus excentricidades que ya decidido á amenizar la excursión removiendo piedras, para mayor escarnio de nuestras ilusiones, de debajo de la primera que levantó salieron corriendo dos monísimos ratones de monte, que nos dejaron fríos mientras Carrascosa reía á mandíbula batiente.
Nuestros entusiasmos investigadores fueron decayendo considerablemente.


Después de comer, nos entregamos á una siesta larga, muy larga.
Y ya cabizbajos y meditabundos regresábamos á nuestros lares. Abrumados por el peso de tanto infortunio, hicimos alto á la sombra de unos peñascos, para descansar y tomar alientos. La marcha se hacía cuesta arriba, aún cuando era cuesta abajo. Íbamos fracasados, completamente fracasados. Y aún el fracaso nuestro no era lo peor. Lo peor era el triunfo de Carrascosa. ¡Carrascosa, que siendo asistente de un capitán, le estropeó un par de calcetines y unas ligas, porque no supo separar las ligas de los calcetines! ¡Carrascosa, que llegó á creer que el termo era una leyenda como la de los dólmenes!


En estas y otras consideraciones, mudos todos, pasando la vista vagamente desde aquellas alturas sobre los numerosos caseríos que se descubrían, surge ante nosotros la tradición, como si la tierra se hubiese abierto para darle paso á la leyenda que de lar en lar había ido, años y años, abriendo las bocas de estos crédulos paisanos. Es un viejo que busca una vaca perdida. Y en un gallego dulce, enxebre, garimoso, nos interroga:
-          - Y ustedes ¿hace mucho que están por aquí?
-          - Sí, llevamos todo el día, - le contestó Caamaño.
-         -  Y ¿no habrán visto una vaca?
-         -  No; no hemos visto nada.
-         -  Se me fue esta mañana y no sé por donde rayos andará.
-     - Y usted –interviene Carrascosa, este arqueólogo chungón que nos acompaña y nos desespera, y que ya no cree ni que haya vacas en el mundo- ¿no ha oído hablar de unas piedras que dicen que hay por estos montes y que tienen mucho mérito y que están señaladas con unas letras?
-          - Y esas letras ¿serán mayúsculas?
-        - No hombre, no; le dice uno que acompaña á este viejo. Son unas letras que para ti y para mí no lo parecen, porque no entendemos de eso, pero son figuras romanas que los entendidos adivinan lo que dicen.
-    - Pues yo no señor, no le se de esas piedras y no le tengo oído nada. Yo sí, le tengo oído decir que allá arria le hay una piedras furada, y dicen, yo no le sé, que la furó una vieja hilando, hace mucho tiempo. También le oí decir que allá abajo le encontró un cantero de Noya una lanza. Y dicen que le dieron catro mil reás por ella. Pero no se si será cierto. Lo que sí le oí contar á mi padre –y aquí empieza la leyenda- fue lo de Brandomil, que ustedes ya lo sabrán.
-        -  Y ¿qué es lo de Brandomil, hombre?  Inquiere curioso Carrascosa.
-      - Pues verá: dicen que, una vez, un mozo de Brandomil encontró un papel escrito muy antiguo, en el que decía que en el monte de tal había veintitantos montones de tierra: que en uno de ellos, en el que miraba al poniente, estaba enterrado un tesoro que haría feliz al que lo encontrase. El mozo no pudo guardar el secreto y se lo comunicó á otro amigo á quien le propuso que le ayudara á desenterrar el tesoro. Así se lo prometió el amigo y convinieron en ir una noche los dos, con las herramientas del caso, en busca del tesoro escondido. Llegó la noche señalada y el primero en llegar al lugar de la cita fue el que había encontrado el papel. Estudió los montones de tierra. Observó cual era el que miraba al poniente y se puso á cavar en él durante unas horas, sin hallar absolutamente nada. Rendido en la faena, desilusionado por completo, falto de los alientos que le hubiera podido comunicar su amigo, que no aparecía por ninguna parte, se fue para su casa, renegando de su suerte y pensando en disfrazar su ambición con una disculpa. El no había querido molestarse siquiera, por eso no había acudido. Aquello era una broma. Su amigo, como no había ido, lo creería y su vergüenza quedaría oculta.
Pero su amigo fue, fue más tarde. Despertó á la hora, pero no se levantó. Que vaya él trabajando –se dijo- y más tarde iré á ver lo que hay. Y así lo hizo. Muy de madrugada se fue la lugar de la cita. Pronto vio el montón de tierra que su amigo había desbaratado. Y perplejo ante aquellas señales, se puso á pensar angustiado: ¿Lo habrá encontrado? ¿No lo habrá encontrado? Por si ó por no se dispuso á continuar la labor. A lo mejor –pensó- se ha cansado y el tesoro puede estar más abajo. Dio un golpe con el pico que llevaba, en el lugar más hondo de la cueva abierta por su amigo y siente el alucinante chasquido del pico contra un objeto de barro. Prosigue con verdadera alucinación su trabajo y descubre una gran olla chea de onzas d’ouro. Oxe é a casa mais forte de Brandomil…
Carrascosa no pudo reprimir una sonrisa de incrédulo que nos dedicó á todos los que escuchábamos con deleite aquella pintoresca versión, referida en las estribaciones del histórico Barbanza, á las horas en que el sol, declinando, pone en todas las almas un no sé que de recogimiento y de fé que adormece.
Pero Carrascosa había triunfado. Fuimos atraídos por la leyenda y solo una leyenda, la leyenda de Brandomil, trajimos de aquella memorable excursión á Barbanza.
 Adelardo Novo.
Noya, Septiembre de 1918.
Vida Gallega nº 115; 10/10/1918 

3 comentários:

Anónimo disse...

Carcaman , non deixas de sorprenderme.Carlos.

Tomás Manuel Abeigón Vidal, EA1CIU disse...

Sobre uno de los participantes de esta excursión:
José Blanco Novo, primo de Edelardo Novo, hijo de José Blanco Díaz y Aurora Novo García. Nació en Ferrol y llegó a ser un personaje muy importante en la Historia de la Radioafición obteniendo su indicativo oficial de amateur en abril de 1926. Este era EAR-28. Fue famoso por haber construido la primera estación móvil de radioemisión y recepción de España, siendo recibido en Madrid en las Navidades de 1927-28 por el Rey Alfonso XIII que se interesó por su viaje desde Santiago a Madrid, transmitiendo y contactando con diferentes radioaficionados. Fundó el Cuerpo de transmisiones de la Guardia Civil y llegó a General de Brigada. Destacó en su actuación humanitaria y profesional como Guardia Civil, siendo muy querido por el pueblo. Fue el primer radioaficionado gallego y uno de los más importantes de España. Delegado de la segunda Región de la Asociación Españoles Aficionados a la Radiotécnica que agrupaba a las principales figuras de la Radioafición en sus mismos orígenes. En la siguiente dirección se puede obtener información y descargar los boletines de la EAR donde, en el número correspondiente a octubre de 1926, aparece descrita por el propio Blanco Novo su emisora de radioaficionado y comenta sus inicios en 1910 en la radioexperimentación.

Fdo. Tomás Manuel Abeigón Vidal (EA1CIU)
Aficionado a la Radio Historia
abeigont@gmail.com
Pontevedra, tel 675857446

http://www.ure.es/descargas/cat_view/110-revistas/162-revista-ear.html

José Luís do Pico Orjais disse...

Obrigadíssimo. Eu sou um absoluto desconhecedor da história do radioamateurismo, mas tinha a ideia de que o pioneiro fora o Enrique Vázquez Lescaille de Ponte Vedra. Terei de informar-me melhor. Interessante este Blanco Novo e o seu primo Edelardo. Obrigado mais uma vez.